
A la siesta
me despiertan gritos y risas.
Bajo la mediasombra de las cocheras
dos chicos juegan a la paleta, en cueros,
enroscada al cuello la camiseta,
en el pelo un sudor de parrillero.
En el resplandor
que filtra una palmera,
el sueño.
Cuerpos,
un río luminoso
y juncos gigantes sobre un desierto de tierra.
La desnudez de cosas
y de gente
nos enciende por dentro.
 
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