mercoledì 11 novembre 2009

Nietzsche - postmodernidad - nichilismo (Primera Parte)



nietzsche - postmodernidad - nihilismo
(La caída de los mitos modernos)

“La disgregación y, por ende, la incertidumbre es propia de esta época: nada apoya sobre una sólida base y sobre una fe estable, fuerte: se vive para el mañana, porque el pasado mañana es dudoso. Todo es resbaladizo y peligroso en nuestro camino, y el hielo que todavía nos sostiene se está haciendo siempre más sutil. Todos nosotros sentimos el siniestro calor del soplo del viento del deshielo: aquí donde todavía caminanos, dentro de poco ninguno podrá ya caminar” (F. Nietzsche, Voluntad de potencia).

A modo de introducción
1) El párrafo nietzscheano, redactado dos o tres años antes de entrar en un estado de locura (1889), del cual Nietzsche no saldrá más (muere once años después, en el 1900), anuncia el clima en el cual vivimos desde los comienzos del siglo XX. Su profecía se ha cumplido. El mundo socio-cultural de hoy sin ideales fuertes y fragmentario el crepúsculo de los valores que han dado vida y sostenido el Occidente, la disgregación del sujeto moral y la pérdida del fin último de la existencia es el horizonte que la aguda y larga mirada de Nietzche preveía. Todo aquello que era considerado estable, permanente, immutable, imperecedero, en fin, divino, celestial o eterno, se ha pulverizado en mil fragmentos. Del “ser”, no queda ya nada, como subrayó, en línea con el discurso de Nietzsche sobre la “muerte de Dios”, el pensador alemán M. Heidegger, crítico de la razón metafísica la cual, según su interpretación, sería el origen y esencia del nihilismo. En su obra principal Ser y tiempo (1927), como también en Nietzsche (1961) y La esencia del nihilismo (1946-1948) Heidegger sostenía que uno de los rasgos principales del pensamiento moderno es, justamente, haber olvidado el ser; no saber qué cosa significa “ser”, en sentido pleno y auténtico; el estar concentrados y enceguecidos por el ente; el haber transformado el ser en valor de cambio.


2) La profecía de Nietzsche, a diferencia, por ejemplo, de la marxista, no se ha revelado falsa. Se derrumbó la cultura en la cual y sobre la cual, desde el 1600 en adelante, hasta los primeros decenios del siglo pasado, el hombre occidental ha caminado, no sin poca soberbia y arrogancia, intentando construir, costara lo que costara, el paraíso en la tierra, el así llamado regnum ominis. Ha caído la cultura que, por más de cuatro siglos, ha alimentado y “vectorizado” al individuo y a la comunidad, a las instituciones y a los proyectos que, en ciertos momentos, han asumido pretensiones faraónicas o luciferinas hasta el punto de culminar en los holocaustos y genocidios que caracterizaron el siglo pasado. Los horrores - de los cuales aún hoy llevamos las cicatrices - fueron tantos que el siglo XX ha sido definido, por algunos estudiosos, como el “siglo del miedo” (G. Pinzani), “del odio” (G. Mariani), “del mal” (A. Besançon) “del dolor inocente” (P. Dobloni), “de las ideologías” (K. Dracher), “del ocaso” y “del naufragio” (O. Spengler, H. Blumenberg).


2.1) Se trata de la racionalidad promovida y alimentada de modo particular por el Iluminismo. Es la razón omnisciente que, alérgica a todo límite, mortificando el Pathos (la dimensión de la ternura, de la afectividad y de los sentimientos) ha hecho del Occidente (como ha denunciado la Escuela de Frankfurt, a través del pensamiento de sus fundadores, T. Adorno y M. Horkehimer, creadores de la así llamada “teoría crítica”), la tierra de la razón calculadora, despótica y autosuficiente. Es el Logos autoreferencial o autocéntrico, sordo a toda otra voz que no sea la suya o que no se deje disciplinar, enjaular, manipular según sus intereses y pretensiones. Con esta actitud altanera y comportamiento dictatorial, condenó al silencio, a la marginalidad o al absurdo, otras dimensiones fundamentales y constitutivas de la existencia (como la racionalidad simbólica, hermenéutica, poética, mítica, etc.) e infinitos aspectos de lo real que no se dejan capturar por el pensamiento que procede con método geométrico y “matematizante” (B. Pascal diría esprit de géométrie)


La caída de los grandes mitos sustentados por esa razón omnisciente y totalitaria - mitos con los cuales el hombre occidental daba significado a su vida, a su lucha y justificaba el sacrificio de generaciones enteras - ha provocado una generalizada crisis de sentido que alcanza hoy proporciones enormes, planetarias. Esta situación general de angustia y desencanto, de temor e inseguridad porque los fundamentos de acero en los cuales se apoyaba la costrucción del Occidente se han revelado de plástico biodegradable, nos hace sentir como náufragos en alta mar. Es un naufragio en el cual vemos hundirse la nave sin tener los elementos ni teóricos ni prácticos que nos permitan una eficaz reparación. El desconcierto y la perplejidad crecen y en la mayoría de los pasajeros se ha debilitado el optimismo y la voluntad porque no hay tierra a la vista y estamos sin mapa ni brújula que oriente hacia aguas menos tormentosas o puertos acogedores.

Nessun commento:

Posta un commento