martedì 24 novembre 2009

El momento de la reflexión



Conocida y renombrada es la escultura de Rodin que el lector tiene ahora frente a sus ojos. Es, "el pensador", el hombre que re-flexiona, es decir hace una "flexión" porque vuelve hacia sí mismo, entra dentro de sí haciendo una pausa en el fenesí cotidiano. Es la pausa del concepto para leer y entender el mundo, las circunstancias y evitar sucumbir arrastrado por la pasión o por caprichos infantiles, como también para no dejarse llevar por el rumor de palabras sin sentido en las cuales estamos siempre más sumergidos o atrapados.


La posición inclinada levemente hacia adelante y la mano que como un bastón parece sostener el mentón, nos dicen que los pensamientos "pesan" y que necesitan no sólo una estructura teórica o especulativa para ser relevantes sino también de todo nuestro cuerpo que, a veces, o frecuentemente, parece no resistir nuestras cavilaciones.

La figura del pensamiento puede ser representada con la flecha, como escribió una extraordinaria poetisa rusa, Marta Cvetaeva. Ella nos recuerda que el pensamiento profundo y genuino es una flecha que va derecho hacia el blanco; que es como una espada que corta y separa las cosas secundarias de las primordiales, las necesarias de las que consideramos urgentes pero son superficiales.

El sentimiento, en cambio, decia la escritora rusa, puede ser representado con el círculo porque ama el trayecto amplio, se alimenta y se hace cálido a lo largo de senderos que sabe cultivar con flores perfumadas, al mismo tiempo que sabe sortear o trascender las piedras y los obstáculos que impiden el encuentro

Y bien, para estar presentes en la vida y no ser meros espectadores o noctámbulos romanticones, para no ser sólo razón o sólo corazón, necesitamos de ambas dimensiones. Tanto del pensamiento como del afecto. Si el pensamiento es caracterizado como Vigor y el afecto como Ternura, pues entonces se requiere una especie de conjugación o sea un vigor ternurizado y una ternura vigorosa. No el uno sin el otro sino el uno en el otro.

"El pensador" de Rodin tiene que resolver una cuestión en la cual está en juego su rostro humano. Es la vieja cuestión que podemos expresar de la siguiente manera: ¿Pienso, por lo tanto, soy". O más bien habría que decir: ¿Amo, por lo tanto soy? No podemos no apoyarnos en la razón pero ¿basta el pensamiento para humanizar la vida? ¿Es la razón la fuente del amor, o más bien es el Amor la fuente de la racionalidad? Cuestiones graves y delicadas que la estatua de Rodin nos ayuda a recordar.



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