martedì 24 novembre 2009

Un poco de cielo entre tanto infierno




Decía Italo Calvino, uno de los escritores más populares del 1900, que el infierno está ya aquí, en medio de nosotros. Y hay, según su parecer, sólo dos modos para no identificarnos con él. El primero es un modo que asume la indiferencia y la adaptación hasta el punto de no percibirlo más. El segundo es mucho más peligroso y exige atención, discernimiento y el constante ejercicio de aprender. Se trata de buscar y saber reconocer quién y qué cosa entre las llamas no es infierno y, reconocido mantenerlo en vida, hacerlo durar, protegerlo.

En cierto sentido su consideración es actual. Nos basta leer un diario, o escuchar las noticias de otros medios de comunicación y es fácil estar de acuerdo con lo que dice Calvino. Una lógica necrófila - como decía E. Fromm - parece que gana siempre más espacio y tiende a dominar todos los terrenos, desde las relaciones interpersonales hasta los problemas del Estado y de las relaciones internacionales. La esfera moral hoy no goza de buena fama en ninguna parte.

Frente a esa situación caótica y atormentada, no quedan que dos alternativas, según el escritor que hemos citado. Están aquellos que se resignan al mal o poco a poco se identifican con él y lo asumen como natural. El proceso? Lo que es inmoral con el tiempo se hace natural y lo natural termina por ser moral. En pocas palabras, se adaptan a este mundo de las tinieblas - como diría Jesús, el Nazareno, haciéndose, en muchos casos, sus ministros o embajadores.

Por otra parte, hay otra lógica que es asumida y practicada por la mayoría de la gente, una porción de humanidad que es más consistente y extensa de lo que frecuentemente se cree. Son aquellos que no permanecen indiferentes, que prestan atención a lo negativo y sin mandar a la hoguera a ninguno, se rebelan y luchan contra la lógica del dominio y la manipulación, alma viva del infierno. Son aquellos que se preocupan por encontrar y alargar siempre más los "espacios de cielo" para que el infierno no extienda su reino a toda la tierra.

Se trata de todos aquellos - y son la mayoría - que viven con la mano abierta y no con el puño cerrado; que saben compartir tanto lo grande como lo pequeño; que non condenan o etiquetan a ninguno porque saben que en el hombre aparentemente más bueno se esconde un lobo dormido y que en aquel que parece más malo hay un santo que puede asomarse en cualquier momento.

He aquí un esfuerzo y una dinámica para todos aquellos que no se dejan amaestrar o plasmar por la lógica de la indiferencia, que no van a la deriva como náufragos sin brújula que oriente hacia mejores tierras y más cálidos soles y que no dan espacio al pesimismo catastrófico -cosa ésta que es una tentación mucho más que frecuente y aislada.


Se trata de ampliar y alimentar los "espacios de cielo"; de anticipar un poco de azúl y hacer participar a otros de tal esperanza. Se trata de testimoniar que es posible ser más y mejor sustanciados de otra lógica, la lógica de la bondad. Esta lógica es la única que puede impedir que el oásis se transforme en arenal, en una tierra desértica, en un supermercado sin alma.

En este ejercicio de anticipar un poco de cielo, el franciscano tiene un papel importante que generalmente pasa desapercibido porque no busca aplausos. Frente a los episodios dolorosos o generosos, frente a una vida que muere o a una vida que se mantiene por milagro, él se pregunta: ¿Qué bondad, qué profundidad, qué misterio y qué amor se esconde a mi mirada superficial y distraída? Se trata de un movimiento existencial que no se deja anientar por el relativismo ético o por los pirómanos de turno. Está aquí el alma eternamente joven del franciscanismo. Dicho de otro modo, vivir y ayudar a vivir con la lógica de la mano abierta, sin demonizar a ninguno.

"Ama y haz lo que quieras" decía san Agustín. En esta sustanciosa frase - no siempre entendida rectamente y en toda su profundidad antropológica y teológica, está toda la fuerza, la magia y el carisma que alimenta el camino del franciscano en un mundo en el cual, como dice Italo Calvino, el infierno esté presente desde hace ya tiempo.

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